Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "de un simple y triste espeleólogo".
Sueño que un día podremos vivir el verdadero significado de la educación, del conocimiento: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los deportistas son creados iguales".
Sueño que un día, en las cuevas de Galicia, los hijos de los antiguos espeleólogos, puedan practicar esta modalidad científico-deportiva, sin tener que pasar por todo tipo de trámites burocráticos.
Sueño que un día, los espeleólogos tendremos un tratamiento similar al de los practicantes de otros deportes.
Sueño que un día, podré visitar alguna cueva de Galicia, simplemente contando con mi tarjeta y seguro federativo. Un día me encontré a un cazador, y me contó que con su licencia de caza, podía practicar su deporte fin de semana tras fin de semana, dentro de la temporada correspondiente, sin tener que hacer todo tipo de trámites burocráticos cada vez que salía al monte.
Sueño que un día, incluso la provincia de Lugo, se convertirá en un oasis de apoyo a este nuestro deporte.
Sueño que mis dos hijos vivirán un día en un país en el cual puedan disfrutar de la naturaleza, lejos de prohibiciones y burocracia, siempre con total respeto y educación hacia el entorno natural. La educación es el decreto más valioso que podemos dejarles.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirán todos los espeleólogos, tanto los de las federaciones, como los de las asociaciones, los del norte y los del sur, para defender lo que realmente nos importa.
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada provincia y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"
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