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sábado, 16 de enero de 2010

Luxaciones (y con este van tres enemigos)

Con el paso de los años nos convertimos, al igual que en cualquier otro deporte, en un saco de lesiones. Curarlas bien cuando se producen evitará problemas en el futuro.

Esta entrada es la tercera entrega de la sección “Nuestros Enemigos”. Me acuerdo de ella cuando siento alguna molestia que me trae a la memoria alguna de ellas. En entradas anteriores hemos hablado de Esguinces y Golpes de Calor. En esta se trata otro de nuestros males, las luxaciones.

De forma resumida, una luxación es la salida de su sitio de de uno de los extremos de un hueso de nuestras articulaciones. Por los casos que he visto en descenso de cañones y espeleología, posiblemente la más común sea la de hombro y rodilla, aunque también se pueden producir en el codo, dedos, etc. La luxación puede ser total-completa o parcial. Las luxaciones pueden estar derivadas de esguinces que dejan debilitados los ligamentos. Más información sobre las luxaciones aquí.

La luxación no es agradable, está asociada a un considerable dolor, movilidad articular reducida, etc. La forma de proceder ante una luxación supone inmovilizar la articulación luxada sin manipular ni modificar su posición, y acudir a un especialista. Este último punto suele ser uno de nuestros mayores problemas, al menos desde un punto de vista espacio-temporal. Obviamente, si se produce en un descenso o cueva, no tendremos un especialista próximo y, como siempre, habrá que tomar decisiones.

Sobre los casos de luxación total-parcial vividos en nuestra práctica deportiva puedo reseñar dos.

A) El primero de ellos es la luxación que acompaña a nuestro colega Arturo. En el año 2003, haciendo el descenso de la Richiusa, por tierras de la Isla de Córcega, cuatro deportistas disfrutábamos de sus frías aguas. Hacia el final del descenso, cuando en algunas ocasiones se baja un poco la guardia ante el inminente retorno, y con únicamente un resalte por delante, afortunadamente para nosotros, hizo presencia la luxación de hombro de Arturo.

Tras un pequeño rápel, con mucho frío en el cuerpo, se sentía el final del descenso. Carlos y yo en cabecera, Ana y Arturo en cola. Descendemos la dificultad en cuerda y saltamos la siguiente dificultad. Esto llega a su fin. En la cabecera del salto, afortunadamente Ana espera por Arturo, que está entretenido en recuperar la cuerda del último rápel. La baja temperatura del agua hace que busque una posición en una pequeña panza inclinada fuera de agua. Arturo resbala y en el movimiento brusco de brazos para tratar de equilibrar el cuerpo y caer bien al agua, se produce la visita de una vieja amiga, su luxación de hombro.

Ana observa la jugada y, en el rostro de Arturo, adivina que algo no va bien. Sin duda alguna, es muy difícil disimular el dolor. A pesar de todo, Arturo actúa como si fuese lo más común y nos comenta que con cierta frecuencia se le sale el hombro, y que controla un cierto movimiento para volverlo a meter en su sitio. Esto me recuerda a una película del Buce Willis. Bueno, si Arturo lo tiene tan claro, y la terapia tan sencilla, pues adelante. Después de todo tipo de contorsiones, en esta ocasión no sale bien. Además, por lo que he podido observar, hacer todo tipo de maniobras con el hombro para intentar auto-repararlo puede producir una mayor lesión, con desgarros y magulladuras de todo tipo en los ligamentos. Pero bueno, si el accidentado tiene un cierto control y experiencia sobre el tema, y estando metidos en un cañón, puede ser una buena opción. En otros casos, siendo imposible la progresión del deportista, etc., habría que movilizar a un grupo de rescate, con todo lo que ello supone.

Y cómo continúa la historia. Ante la imposibilidad de recuperar el hombro, y con un inminente final del descenso, se decide progresar. Por cierto, antes de la caída de Arturo se había tirado la cuerda, por la total ausencia de dificultad técnica del pequeño salto que nos separaba. Con esto, teníamos a Ana y a Arturo en una poza, unos metros por encima de nosotros, con Arturo “disfrutando” de una dolorosa luxación, y sin posibilidad de auto-reparación. Como es lógico, hacer un salto, por pocos metros que tenga, con una luxación, no es alternativa. La enorme habilidad de Carlos con la cuerda, a modo de vaquero de rodeos, hace que no sea difícil hacerles llegar una cuerda. ¿Qué hemos aprendido de esto?. Siempre una cuerda en retaguardia, aunque únicamente nos quede un salto chorra para finalizar el descenso.

¿Subimos para equipar y montar una pequeña tirolina y descender a Arturo?. Con la cuerda en cabecera, sin instalación alguna para cuerda, sin naturales aparentes, y Arturo con una cara muy pálida, Ana decide empotrar un nudo entre unos bloques del fondo de la poza de cabecera. Arturo, con toda su capacidad de sufrimiento decide que no vale la pena perder mucho tiempo, y opta por descender en cuerda utilizando el único brazo servible que le queda. Apoyado contra la pared con el brazo bueno, desciende los pocos metros de la dificultad lentamente. El dolor se aprecia en su cara en casi todos sus movimientos. Antes de iniciar la maniobra se ha inmovilizado el brazo todo lo posible para que haga el mínimo de movimiento. En la base se asegura la cuerda por si hay algún problema. Finalmente, con Arturo en la base de la pequeña dificultad, Ana tira la cuerda y salta. Pregunta, ¿y si en ese justo momento, antes del salto de Ana, ella también hubiese sufrido una luxación, o cualquier otra lesión?. Las cuerdas son nuestras autopistas, y siempre debemos dejar una en retaguardia. Y con este caso queda claro que debe ser siempre.

El resto del descenso-retorno discurre sin gran problema. Incluso, ante el inminente final, apreciamos alguna leve sonrisa en la cara de Arturo, y alguna pequeña coña por lo acontecido. El resto es lo típico de estos casos. Visita al hospital, especialistas, inmovilización total del miembro y, para Arturo, perderse toda la semana de cañones en Córcega, dado que era el primer descenso que hacíamos. De todas formas, tuvo la suficiente fuerza para acompañarnos en varios tramos de las aproximaciones a los descensos que hicimos durante esa semana. En la siguiente fotografía Arturo haciendo un auto-porteo de su brazo luxado. Se aprecia una leve sonrisa en su cara al ver a lo lejos el coche.


B) El segundo y último caso es otro bien conocido, es mi querida e inseparable luxación parcial de hombro. Hace muchos, muchos años, cuando era joven y practicaba un deporte de los llamados de velocidad, el esquí, tuve una fuerte caída. En aquella época Alberto Tomba era nuestro modelo a seguir, y los descensos de esquí una forma de disparar la adrenalina del cuerpo. El resultado de aquella aparatosa caída, un hombro hinchado y dolorido. Incluso en caliente me permití la estupidez de continuar esquiando el resto del día. La juventud y el sentido común en muchas ocasiones no hacen buena pareja. Al final del día aquello no tenía buena pinta y el dolor, aunque soportable, no era nada agradable. Al llegar a casa, lo de siempre, visita al hospital, médicos y más médicos, radiografías, etc. Tratamiento, inmovilización total del hombro y a esperar a que repare por su cuenta. La naturaleza es sabia, o no. Aquella lesión pasó y todo se olvidó.

Cayeron más años encima y, en algunos momentos, las molestias hacían presencia en mi hombro derecho. Pasaron más años y en ciertas situaciones un trallazo me hacía ver las estrellas, incluso proveerme de un considerable mareo. Para pasar el mal trago solía tirarme al suelo un rato a esperar que pasase lo peor. Visite al médico y, en resumen, las lesiones de hombro son muy complejas, y que lo mejor que podía hacer era dejar los deportes. Pasaron más años y, supongo que la medicina evolucionó, y los médicos me plantearon diversas alternativas, incluido un tratamiento con láser, o algo similar, o directamente al quirófano. Bueno, ante lo difuso de las posibilidades, y lo subjetivo de los posibles resultados, decido esperar. Como en casi todo, la medicina no es una ciencia exacta.

Con el tiempo aprendo cuales son los movimientos que pueden hacerme ver las estrellas. Con evitar esos movimientos todo arreglado. ¿Todo arreglado?. No es tan fácil evitar en todo momento esos movimientos, y más cuando practicas una gran variedad de deportes. En especial, la natación a crol, si le meto mucha potencia al brazo, no le suele gustar a mi hombro. Como no me gusta la natación, y únicamente la utilizo para descenso de cañones, a modo rana es más que suficiente. Hace muchos años que no he vuelto a tener problemas nadando, obvio si dejas de nadar. En su época recuerdo algún caso en piscina en el que ante un trallazo tuve que sumergirme y esperar un rato en el fondo a que pasase el dolor inicial. En aquella época no existía el concepto de socorrista de piscina.

También recuerdo alguna situación un poco más delicada, haciendo pequeñas escaladas-trepadas que, por su sencillez, no se utilizaba cuerda, así como trepes y destrepes en cueva. No es bonito en medio de una pared cuando estiras el brazo para agarrar una presa, notar el trallazo en el hombro y, por instinto, retraer el brazo con fuerza. Pero bueno, no me dedico a la escalada, y en las trepadas en cueva y cañones no hay problema siempre que el estiramiento del brazo no sea muy brusco. Con el tiempo el cerebro auto-organiza los movimientos que se hacen para evitar estos problemas.

¿Y siempre es así?. Es muy dependiente de mi situación física. En épocas de mucha actividad deportiva, cuando los músculos están en mejor situación, desaparece todo problema del hombro, y puedo permitirme el lujo de hacer lo que quiera, sin temor de trallazos. En épocas de menor actividad deportiva, el problema reaparece. Por lo tanto, la actividad y forma física es una buena terapia. Desafortunadamente no siempre puedo hacer toda la actividad que me gustaría y debería.

En los últimos años este problema únicamente lo he tenido en algunas prácticas de espeleosocorro, en porteo de camilla, o en algunas maniobras de camilla. En esos casos suelo parar unos cuantos segundos, para pasar ese golpe inicial de dolor, y continuar como si nada. Tal vez debería avisar a los compañeros de equipo, pero no me gusta molestar con algo que puedo auto-controlar. El único problema que encuentro en la actualidad en estos casos que, por cierto, son muy puntuales, es la pérdida de fuerza en ese brazo. Lo sigo utilizando, pero se queda bastante tocado y debilitado. Pero con calma me permite continuar con cualquier actividad, siempre haciendo un mayor uso del otro brazo. Como efecto añadido, después de darme un trallazo, la probabilidad de sufrir otro, por poco que utilice ese brazo, se incrementa considerablemente, pudiendo encontrarme en una actividad con dos o tres trallazos. Afortunadamente, el segundo y tercero de muy baja intensidad de dolor, posiblemente al tener el hombro mucho más insensible del primero. Después de estos casos puntuales, suelo necesitar dos o tres días, en caso de disponer de ellos sin actividad, para recuperar la fuerza en el brazo. Sobra decir que durante esos días le doy unas vacaciones a mi brazo derecho.

Todo espeleólogo tiene su propia pesadilla. No me gustaría verme en una de esas gateras minúsculas, de las que tanto me gustan, con los brazos totalmente inmovilizados y estirados, y sufrir uno de esos trallazos, sin poder llevar el brazo al tronco. Por eso, en toda gatera, en caso de tener que estirar y pasar un brazo, siempre será el izquierdo, tratando de dejar pegado al tronco el derecho.

Tal vez esto contado así pueda parecer una tortura, o que más que de un deportista se esté hablando de un airgamboy o un playmobil. Señalar que estamos hablando de situaciones puntuales de los últimos 30 años, con una periodicidad próxima al año.

¿Qué hemos aprendido de esto?. Es importante reparar bien todas las lesiones. De todas formas, la medicina de hace 30 años es muy diferente a la actual y, con el paso del tiempo, te acostumbras a vivir con tus bugs. En la actualidad, no dejes ninguna lesión para más adelante, toma las medidas que sean necesarias para erradicar todo rastro de lesión, y ponte en manos de los mejores profesionales posibles (traumatólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, terapeutas
ocupacionales, cirujanos, etc., etc.)

Si alguien del mundo sanitario llega a este entrada agradecería cualquier complemento o aportación (sección comentarios) desde el punto de vista de un profesional de la salud, especialmente considerando las condiciones en las que se producen este tipo de lesiones en nuestro deporte. En pocas palabras y como aspecto más relevante, en nuestro caso casi nunca podemos aplicar el “acuda inmediatamente a un servicio médico”.

miércoles, 17 de junio de 2009

Esguinces (otro de nuestros enemigos)

Aprender de nuestros errores e informar de los mismos puede ayudar a evitar incidentes-accidentes futuros.

Esta entrada se une a la serie que bajo el título Nuestros Enemigos, cubre distintos ámbitos relacionados con nuestra seguridad y las posibles lesiones. Esta entrada constituye la segunda entrega tras la dedicada a los Golpes de Calor.

Al forzar una articulación puede producirse una separación momentánea de los extremos de los huesos que la forman. En estos casos solemos terminar con una rotura parcial, en el mejor de los casos y que suele ser lo habitual, de los ligamentos de dicha articulación. Por cierto, dichos ligamentos son los que mantienen unidos los huesos que forman la articulación. En el peor de los casos, normalmente ante un fuerte golpe, podemos llegar a la rotura total. En nuestro deporte tal vez el esguince más típico sea el de tobillo y rodilla, aunque también tenemos constancia de otros casos, como por ejemplo de cervicales. Los dos primeros casos normalmente en la progresión típica en los barrancos o pequeños saltos. En el caso de las cervicales, hemos detectado algunos casos en saltos muy mal realizados. En el caso de grandes golpes posiblemente también estaríamos hablando de fracturas, hemorragías, etc.

Ante un incidente de este tipo en primer lugar habrá que proceder con las técnicas de autosocorro oportunas sobre el compañero accidentado, especialmente en el caso de que su propia integridad corra peligro, y siempre pensando en la propia seguridad del autosocorrista-s. Una vez situado en lugar seguro se inmovilizará la parte afectada. Los síntomas típicos de dolor pueden hacer que el accidentado presente mareos y desorientación. En todo momento se deberá actuar con serenidad y que el accidentado vea que todo está bajo control (aunque no sea del todo así).

La parte afectada por el esguince sufrirá una cierta inflamación, por lo que aplicar frío de forma local será una buena medida (el agua de nuestros descensos suele estar fresquita). Bien, y ahora que todo está más o menos controlado, sin contar con el dolor que nuestro compañero pueda padecer, ¿qué hacemos?. Lógicamente si disponemos de antiinflamatorias, el compañero los agradecerá. Forzar cualquier lesión puede ser muy poco aconsejable, por lo que posiblemente la mejor opción sea que alguien quede en compañía del accidentado y otro-s salga-n del descenso para dar aviso al 112. Obviamente, en muchas ocasiones se toma la decisión de, si es posible una cierta movilidad por parte del accidentado, tratar de salir del descenso por nuestros propios medios. Como toda decisión que se toma en la vida, puede salir bien, regular o mal. Movilizar un grupo de rescate implica a muchas personas y medios. En otros casos el rescate obligará a que el accidentado y acompañante-s puedan tener que hacer noche en el descenso, tal vez sin el material más adecuado para tal tarea. En este tipo de decisiones entrará claramente el accidentado, su situación y movilidad, el conocimiento o desconocimiento que se tenga del descenso, el punto del mismo en el que nos encontremos, etc.

Como ejemplo de esguinces en descenso de cañones, en este caso incluiré uno sufrido por mí hace unos años en el Río Verde, uno de los clásicos de Andalucía. Como nota aclaratoria de dicha lesión, el exceso de confianza es un mal compañero. Pagar el exceso de confianza con un simple esguince es tener suerte. El motivo de la lesión, progresar a toda leche y no de forma totalmente controlada. Cargado con una saca a la espalda saltar sobre uno de los pies desde cierta altura sobre una panza de roca de 60 grados de pendiente suele producir un juego brusco de movimiento en el tobillo que no suele gustarle a los ligamentos. Hay que respetar los límites de velocidad para evitar incidentes y, por cierto, los humanos no sabemos volar. En este caso tomamos la decisión de salir del descenso por nuestro propio pie, aprovechando que las lesiones en caliente son más llevaderas, menos dolorosas, aunque puede producirnos un mayor grado de lesión. Y recuerda que una lesión mal curada-tratada puede hacer que, de una u otra forma, te acompañe durante muchos años.

Mi gratitud al Dr. Carlos Cajal Cernuda, del Ambulatorio San José de A Coruña, por el excelente trato y profesionalidad en la reparación de mi lesión.

Si alguien del mundo sanitario llega a este punto agradecería cualquier complemento o aportación (sección comentarios) desde el punto de vista de un profesional de la salud, especialmente considerando las condiciones en las que se producen este tipo de lesiones en nuestro deporte.

jueves, 16 de octubre de 2008

Uno de nuestros enemigos (los golpes de calor)

Hoy dejaré una entrada sobre uno de nuestros enemigos silenciosos, los llamados golpes de calor. Sin duda alguna, no es ninguna broma. Cada año asistimos durante los meses del verano a noticias fatales asociadas a los golpes de calor. Hay ciertas zonas, y especialmente en los meses de verano, en los que se hace más crítico. Por ejemplo, en la zona de cañones de Orense.

Personalmente, he presentado inicios de este fenómeno en una de las muchas aproximaciones que he hecho al descenso del fecha, en Orense. Al igual que la hipotermia, existen muchos grados, y casi todos hemos estado afectados por, como mínimo, los niveles más básicos en algún momento. En el caso de los golpes de calor, realmente te sientes morir por dentro. Aunque con calma, y unas pocas medidas, en mi caso pude reponerme y continuar con la actividad. Entre los grandes errores cometidos, el comérmelo en solitario, sin alertar a los compañeros. Nadie está libre de poder sufrir este y otro tipo de incidentes. La condición física es muy variable en distintas épocas, y afecta directamente a nuestra fortaleza ante, entre otras, condiciones climáticas extremas. Por ejemplo, no es lo mismo abordar una de estas aproximaciones en pleno verano después de dormir toda una noche, bien hidratado y alimentado, o hacerlo después de una noche de fiesta, sin dormir, y poco o nada hidratado. En toda actividad deberemos estar en las mejores condiciones físicas posibles y, en otro caso, cambiar los planes y abortar la actividad.

En otra ocasión, en uno de los descensos del norte de Portugal en los meses de verano, este incidente hizo mella en Ana. En este caso fue algo más grave y uno de los compañeros tuvo que salir a buscar ayuda. Afortunadamente con mucha tranquilidad pudo finalizar el retorno del descenso y, con unos cuantos cuidados, simplemente quedar en un pequeño susto.

Una vez hecha esta introducción sufrida en nuestras carnes con este enemigo que normalmente se nos presenta de una forma muy silenciosa, pero peligrosa, presentamos algunos conceptos del mismo.

El golpe de calor es un mal repentino causado por la prolongada exposición directa a los rayos del sol o a temperaturas elevadas. Se presenta de forma súbita y, siendo grave, se puede llegar a perder el conocimiento y puede producir la muerte. Es especialmente peligrosa en los niños y personas de edad avanzada. También influye mucho el estado del sujeto.

Su sintomatología se puede resumir en fuertes dolores de cabeza, náuseas y vómitos. El rostro se vuelve congestionado. Calambres dolorosos. La piel se torna seca y sin sudor. El pulso es fuerte y rápido. Las pupilas se hacen mayores. En casos extremos, el accidentado padece fiebres de 40 grados o más, e incluso a veces entra en estado de coma.

Tratamiento

1. Colocar a la víctima en un lugar más fresco. Como mínimo buscar una sombra, o hacérsela artificialmente.

2. Acostarle con la cabeza elevada para reducir el flujo de sangre en el cerebro.

3. Si el accidentado vomita, poner al accidentado de costado para impedir que aspire el vómito.

4. Aflojarle la ropa que le oprima. Sobra decir, aunque lo he visto en algunas ocasión, que las aproximaciones con el neopreno puesto, aunque se parcialmente, es una auténtica locura, y mucho más en verano. En esta situación, se puede plantear el quitarle la ropa al accidentado.

5. Aplicar un trapo (puede valer una camiseta o similar) con agua fría en la cabeza, o refrescarla de alguna forma. Como es lógico, el agua debe acompañarnos en nuestras sacas durante las aproximaciones y retornos, entre otras muchas cosas.

6. Frotar los miembros de la víctima en dirección al corazón para facilitarle la circulación de la sangre.

7. Si no ha perdido el conocimiento, darle de beber agua con una pequeña solución de sales para reemplazar el agua y sales perdidas por el sudor (puede servir estos compuestos de sales de bebidas deportivas existentes, tanto en líquido como en polvo para disolver en agua). Beber tragos pequeñitos. Los golpes de calor suelen estar asociados a vómito. Atiborrarte de agua a lo bestia no es la mejor solución. Poco a poco mucho mejor.

8. Controlar la temperatura del paciente de forma manual. En el caso de elevarse considerablemente el accidentado puede llegar a estado de "shock".

9. En el caso de la no recuperación en un cierto tiempo, y tras tomar las medidas más oportunas de las propuestas en cada caso, evacuar al accidentado a un centro hospitalario o, en el caso de la imposibilidad de trasladarlo, o no estar en condiciones, dar rápidamente aviso al 112. En este caso será importante que le atienda personal sanitario cuanto antes.

Si personal sanitario accede a esta entrada, agradeceremos cualquier consejo, aclaración, o puntualización sobre el tema.