viernes, 4 de noviembre de 2016

Ruta dos Xardíns da Camelia - Pazo de Lourizán (San Andrés de Lourizán-Pontevedra)

En las inmediaciones de la ciudad de Pontevedra, a pocos metros de la ría y al lado de la celulosa Ence, se localiza este bonito enclave. En esta ruta se podrá disfrutar tanto de varias especies autóctonas gallegas como de otras muchas procedentes de lugares tan remotos como Taiwán o Australia. Por cierto, aprovechando la proximidad, si por algún casual no conoces la ciudad vieja de Pontevedra, no debes perdértela bajo ningún concepto.

Como siempre, antes de nada, adjuntamos enlace al fichero kmz para google-earth o para cargar en cualquier software GPS que soporte este tipo de ficheros. Ruta circular y sencilla, más bien un paseo, que supondrá un total de 4 kms.

Por la PO-546 cogemos dirección a Marín, próximos a la ría. Veremos algún cartel que nos indica al Pazo de Lourizán. En unos minutos llegaremos a la entrada de los jardines del pazo. A nuestra derecha las instalaciones industriales de Ence. Accedemos al interior de los jardines con nuestro vehículo. En su interior un cartel nos indica que la velocidad está limita a 30 kms/h y nos señala un aparcamiento carretera arriba (siguientes dos fotografías). Seguimos para, unos 100 metros más adelante, encontrarnos una señala de prohibido pasar y aparcar, con lo que tendremos que darnos la vuelta y buscar algún lugar a lo largo de la PO-546 para dejar nuestro vehículo. Recorremos el tramo de la PO-546 por acera.


Para acceder nuevamente a los jardines de la Camelia.


En la siguiente fotografía la puerta de acceso a los jardines, en forja.


Por carretera en ligero ascenso, con sombra, y el suelo repleto de castañas, nos dirigimos hacia el Pazo de Lourizán.


A los 50 metros nos topamos con una original fuente, a nuestra derecha.


Para unos metros más adelante abandonar la carretera y coger sendero ascendente a nuestra drecha.


En esta zona se localizan varias especies naturales con carteles informativos.


Especies procedentes tanto de Taiwán como de Australia.


Recorremos varios senderos observando los ejemplares.


Todo momento es bueno para practicar un poco de lectura y, de paso, aprender sobre la naturaleza. El suelo forma un bonito tapiz de hojas multicolores, con toda la gama posible entre naranjas a marrones.


Según cogemos altura, entre los árboles, llama la atención el contraste, lo natural, el bosque vs. lo artificial, el hormigón, la industria, en este caso de la celulosa de Pontevedra, que tantos detractores tiene. Sin duda alguna el olor es la nota más negativa de esta ruta. Y posiblemente la contaminación del aire, a falta de un medidor, también. La verdad, desde mi punto de vista, no pinta mucho semejante mamotreto humeante al borde de la ría de Pontevedra.


De la zona de especies no foráneas ascendemos a una pista ancha, por la que seguiremos cuesta arriba. A nuestra izquierda se aprecian varios pinos.


Y un poco más arriba los eucaliptos se han hecho dueños del terreno. Estamos en tierra de celulosa y en ese mundo estos son los reyes. Eso si, para mi gusto son unos árboles invasores nada respetuosos con el suelo. Son una auténtica amenaza para la diversidad biológica forestal. Una reciente sentencia de la Audiencia Nacional deja patente los riesgos de la especie de eucaliptos que más se está extendiendo por Galicia. Personalmente, y únicamente considerando el factor estético, las plantaciones de eucaliptos son realmente espantosas.


En algunos troncos observamos varios ejemplares de hongo yesquero. Nos trae buenos recuerdos de nuestra visita reciente a la cueva de Ekainberri, en Zestoa, País Vasco. En uno de los talleres en los que participamos en esa visita nos enseñaron la forma de hacer fuego con piedras y palos. Uno de los elementos que utilizaban era el hongo yesquero.


Seguimos nuestro camino, ahora entre pinos, y bien acompañados de helechos.


Un viejo tronco decrépito hace las funciones de maceta para otro ejemplar de hongo. Uno de los pequeños aprovecha para informarnos de las muchas enseñanzas en esta materia de su profesor. Nos improvisa una auténtica lección magistral sobre setas y hongos. Interesante y de agradecer que se incluyan este tipo de contenidos en las aulas.



Entre todo tipo de especies de árboles seguimos hacia la zona en la que se vislumbra el Pazo de Lourizán.



Pero antes a nuestra izquierda se observan unos jardines entre bosques altamente estéticos y curiosos, con varias cuevas-pasadizos entre castaños (siguientes fotografías).




Descendemos por esta zona. Un curso de agua, ahora prácticamente sin corriente, se precipita bosque abajo.




En la parte inferior cogemos desvío a derecha por unas escaleras de piedra.


Para luego seguir por carretera hasta las inmediaciones del pazo. En la zona nos encontramos un gran hórreo. Me llama la atención la gran diversidad de acepciones para tan singulares construcciones.

En la región portuguesa del Miño se les conoce como espigueiro, canastro o caniço. En Galicia recibe varios nombres: hórreo y hórrio en el centro-norte, cabazo en el noroeste de A Coruña, cabozo en el norte de Lugo, canastro en la zona sur y más raramente canastro, cabaceiro entre el centro y el noroeste de Ourense y Lugo, pero mezclado con otras formas (cabaceiro, cabeceira, cabaceira), canizo entre la ría de Vigo y el río Miño, piorno en el Salnés, cabana más en el interior, paneira en el Morrazo, orno y órneo en el cabo de Morrazo, hórreo y horro los de tipo asturiano en el este de Lugo, así como otros muchos apelativos de menor extensión [Fuente: Wikipedia, hórreo]


Para asomarnos al Pazo de Lourizán, señorial, con vista a la ría.


Descendemos por uno de sus laterales, por escalera de piedra, con un buen montón de años encima.


Un paseo bajo sus parras nos descubre algunos bonitos lugares.


Por los cristales de las ventanas nos asomamos a su interior. Los muchos adornos en madera llevan mal camino. Un edificio de esta naturaleza sin un correcto mantenimiento suele terminar mal. El aspectos de las decoraciones en madera, suelo, mobiliario, etc. apuntan en ese camino. Una pena. Un poco de barniz no le vendría mal, al menos a corto plazo.


Recorremos la fachada principal.


Y la escalinata de acceso.





En otro de los laterales observamos una escalera de caracol en metal de estilo modernista. El óxido empieza a hacer su trabajo.


En las inmediaciones del pazo se localizan varios edificios de construcción moderna que alberga varios centros de investigación y oficinas dependientes de medio ambiente. Una pena el que se hayan construido estos edificios en lugar de reutilizar el pazo para albergar dichas instalaciones. De esta forma se podría devolver la vida a tan singular edificio y, de paso, garantizar su correcto mantenimiento-conservación. Pero bueno, don ladrillo es muy poderoso.

Seguimos nuestro camino, descendiendo por los jardines, con cierta tristeza, dejando atrás un edificio maravilloso pero con un futuro algo incierto, desde el punto de vista de su correcta conservación.


Una parada en una curiosa fuente, para refrescarnos, antes de seguir ruta.


En resumen, un paseo encantador en las inmediaciones de Pontevedra. Para visitar en cualquier viaje que se haga por la zona.


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