En la estación de esquí de Feldberg preparamos todo lo necesario para este bonito y tranquilo paseo. Pero antes aprovechamos para ver alguna de sus tiendas. En la siguiente fotografía una zona de columpio-barco en la estación.
Atravesamos por debajo de las cabinas y de inmediato nos encontramos una cervecería-restaurante, Seebuck-Hütte.
Por detrás del restaurante sale un camino que cogeremos.
Ancho, en descenso continuo.
Entre grandes árboles en una zona de bosque muy bien cuidada.
El camino va ganando en pendiente, en este caso en sentido descendente.
Todo es bosque a nuestro alrededor (siguientes fotografías).
Hasta llegar al lago Feldsee, de origen glaciar. Situado a los pies del monte Feldberg, este pequeño lago cuenta con un diámetro de 300 metros y 33 de profundidad. Está ubicado a 1111 metros de altura. Está atravesado por el pequeño río Seebach que continua hasta el lago Titisee.
Un mirador nos proporciona una idílica estampa del lago. Pero antes tratamos de vislumbrar el contenido de unos carteles informativos. Maldita Torre de Babel.
Parece ser que aquí también habitan duendes y trasgos.
Es temprano y el lago está solitario. Es una suerte poder disfrutar de estos entornos así.
Un cartel deja bien claro que nada de chapuzones ni similares por motivos de conservación. Por cierto, muy bien escogido el bañador del bañista del cartel. Amancio Ortega debería tomar nota de esta tendencia. (-:
Recorremos el perímetro del lago, aprovechando las ventanas que nos abre el bosque.
Unos patos tienen una fiesta jolgorio tremenda en el agua.
Un idílico banco nos sirve de observatorio.
Ellos aguantan poco tiempo parados. Ehh, ni se te ocurra caer al agua.
De repente sufrimos una invasión de patos. Inicialmente dos, para terminar rodeados de una familia próxima a los veinte. Estos patos claramente están muy acostumbrados a la gente. Los pequeños les dan un poco de pan.
Seguimos el perímetro de lago, ahora saliendo a una pequeña pradera.
Todo sirve para jugar y hacer equilibrios.
Una cruz conmemora la vida y muerte de una joven. Triste, morir con veinte años es contra natura. Y además teniéndolos que vivir en plena segunda guerra mundial. Humanos, tan inteligentes para unas cosas, y tan estúpidos para otras. He intentado localizar información en internet sobre esta joven y no se localiza nada. Pasan los años, pero no el olvido.
Una pasarela de madera nos permite atravesar el río Seebach.
Al otro lado nos encontramos una estampa habitual, una hoguera perfectamente protegida y que claramente ha sido utilizada no hace mucho.
Seguimos "flipando" comprobando que aquí se hacen hogueras en este tipo de zonas y que, en contra de lo que se podría pensar, no hay ningún metro cuadrado de monte quemado. En España en las últimas décadas nos hemos metido en una vorágine de prohibir casi todo, en lugar de buscar los verdaderos motivos de los males que nos acechan y castigar duramente a los infractores. Aunque lo más fácil es prohibir, lo más democrático y avanzado es dejar vivir en libertad, pero garantizando la conservación del entorno y la perfecta convivencia entre las personas. Eso si, castigando duramente al irresponsable. En esto países como Francia o Alemania nos llevan mucha delantera y, por desgracia, cada vez más.
Dejamos esta zona atrás para continuar con nuestro paseo perimetral al lago.
Les cuesta bastante no poder pegarse un baño, pero las normas de protección y conservación están para cumplirse, y así debemos transmitírselo.
Casi cerrando el círculo alrededor del lago, lo abandonamos por un ancho camino.
En las inmediaciones localizamos una gran construcción, con varios coches a su alrededor. Luego nos enteraremos que se trata de un restaurante, el Raimartihof. De saberlo nos hubiésemos pasado a tomar algo.
Por sendero vamos cogiendo altura, con grandes praderas al fondo.
Gran cantidad de carteles nos apuntan una gran diversidad de posibilidades en la zona.
Un gran valle se abre ante nosotros.
Con bancos ubicados en perfecto puntos de observación.
El camino es ancho. Nos cruzamos con varios grupos de ciclistas de montaña. Sin duda alguna estos caminos tienen muy buena pinta para la bicicleta.
Y el bosque, siempre perfectamente cuidado.
Llegamos a una zona de recreo, con una bonita fuente en madera. Aquí se cuidan todos los detalles. Sigo sin ver un milímetro cuadrado de ladrillo vista en ninguna parte.
Y un gran número de bancos de madera, en torno a una hoguera, !otra hoguera!. Este enclave es ideal para tomar algo. En esta zona una pareja de alemanes se acerca para saludar a los niños. Muy agradables. En general el pueblo alemán es muy agradable. Cuando se enteran que somos españoles, dado que inicialmente pensaban que éramos italianos, nos informan de todo lo acontecido en los atentados de Barcelona. No teníamos noticias hasta ese momento. Sí, realmente la raza humana está para hacérselo mirar.
Un poco más adelante nos cruzamos con otro grupo de alemanas que, al oírnos hablar, nos saludan con un "España, fiesta, paella, olé". Los estereotipos de siempre. Como en todas partes, la gente es muy variada. No me gusta el fútbol, tampoco la música ni el baile flamenco, ni los toros, la paella sí, y de fiesta hace décadas que no salgo. Por cierto, en España hay gente que trabaja duro, muy duro. Pero bueno, en absoluto nos molestan estos comentarios, forman parte de los estereotipos. Yo tenía también los míos respecto al pueblo alemán, y no hay como viajar para poder deshacerte de ellos. Todos los alemanes con los que nos hemos cruzado en aproximadamente algo más de una semana encantadores, abiertos, dispuestos a ayudarnos e informarnos en todo momento, etc. Además se han ganado todo nuestro respeto y admiración, especialmente por lo cuidado que tienen sus montes, bosques, pueblos y aldeas, etc., etc. Seguimos teniendo mucho que aprender.
En cierto punto cogemos desvío a izquierda, siempre ascendiendo.
Por sendero perfectamente marcado-señalizado seguimos rodeando el lago, pero ahora a cierta altura, buscando la cuerda de las montañas.
A lo lejos se divisa una gran torre.
Paramos en varias ocasiones para disfrutar de las vistas del valle. Grandes praderas rodeadas de bosque.
Siempre ascendiendo.
Se localizan varias marcas de ruta, incluidos códigos QR.
Al llegar a la cuerda de la montaña, al otro lado del valle, divisamos a lo lejos un auténtico peligro para la Selva Negra, líneas de aerogeneradores. Por favor no, no se os ocurra plagar la Selva Negra de estos aparatos. Las energías limpias están muy bien, pero el impacto visual de estos molinos en ciertos puntos constituyen un impacto ambiental enorme. Energías limpias si, pero seleccionando muy bien los puntos de ubicación-instalación.
Otro cartel nos informa de la prohibición de salir fuera de los caminos y senderos marcados. Además es altamente didáctico, mostrando fotografías de las praderas de la zona en 1975 y en la actualidad. Se aprecia el gran destrozo existente en el pasado cuando la gente caminaba libremente por la zona. Este es un ejemplo más de que podemos disfrutar del entorno y, a la vez, conservarlo en condiciones. Otra opción sería la de prohibir el acceso a la zona, algo que se estila mucho en cierto país, pero claramente vemos que puede convivir perfectamente el disfrute con la conservación. Eso sí, se debería sancionar duramente a los que no sigan estas indicaciones.
Desde la zona de la torre las panorámicas son impresionantes. El viento sopla fuerte.
Una tumbona nos permite relajarnos un buen rato.
Cerca se localiza un gran hito, es el mirador de Feldberg.
Aquí podemos identificar la cuerda de montañas que observamos a lo lejos, incluido el mítico Mont Blanc, con sus 4810 metros de altura.
Este punto constituye una atalaya perfecta, con una visión de 360 grados. Hacia otra parte observamos el lago Feldsee. Y, hacia la parte estéticamente más fea, las instalaciones de la estación de esquí.
En paralelo a una de las sillas de la estación descendemos por camino, dando por rematada esta ruta, otra de las totalmente recomendables en la Selva Negra.
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