Pero antes visitamos Saint Quentin. Al documentarnos sobre la
localidad, nos encontramos que por el 1557, fue escenario de una de esas
películas de terror en la que españoles y franceses se reparten de leches, la
batalla de San Quintín, entre el rey Enrique II de Francia y Felipe II de
España. Estaría bien que la próxima vez se pongan unos guantes de boxeo y
arreglen este tipo de temas entre ellos (fuente y más información disponible aquí)
También, en la I Guerra Mundial, fue ocupada por Alemania y brutalmente
bombardeada, reduciendo a escombros el 80% de sus edificios, entre ellos la
Basílica de San Quentin que, como no, pasamos a visitar. Los efectos de su casi
total destrucción son visibles en muchos aspectos de su arquitectura. Los
alemanes emplearon gas mostaza, ácido clorhídrico, entre otras maravillas de la química, y datos oficiales
indican que se dispararon 3.500.000 proyectiles en 5 horas. Somos así,
construir, para luego destruir, y vuelta a construir. Algún economista diría que
es la forma de mover la economía (fuente y más información disponible aquí). En la siguiente fotografía podemos observar el bonito estado en el que quedo la basílica y su entorno (fuente disponible aquí).
La historia de la humanidad está escrita en torno a nuestras
guerras. Si cogemos cualquier libro de historia de nuestros pequeños, capítulo
tras capítulo estamos metidos en batallas y desencuentros. Los humanos somos así,
un clan bastante violento.
Otra de las visitas de interés de Saint Quentin está en el
mundo subterráneo que en la forma de 4 kms de galería se desarrolla bajo las
calles de la localidad. Se pueden visitar con entrada en la Rue Saint-André, en
las proximidades de la basílica. La utilidad de estos túneles ha sido
variopinta, desde cárcel en la edad media, o bodegas de vino y champagne, a
refugio en el gran bombardeo de la primera guerra mundial.
En la siguiente fotografía la Basílica de Saint Quentin al fondo.
Y aquí el acceso a las galerías subterráneas, tras una puerta hidráulica.
También pasamos por la plaza del ayuntamiento que, en agosto, está bastante animada.
Volviendo a los motivos de nuestra visita, el día siguiente lo dedicamos en su totalidad a las piscinas y toboganes de La Bul.
En su edifico hay otras
muchas posibilidades, como patinaje sobre hielo, bolos, etc. En resumen, no había forma de sacarlos de los toboganes. Uno de ellos coge una buena velocidad. El otro, con donuts, muy simpático y divertido. Por cierto, nos dejaron hacer el "burro" todo lo que quisimos. De hecho, no parecía que estuviésemos en Francia. Los niños franceses hacían el "animal" más que los nuestros. Dejar disfrutar y jugar a los niños es de agradecer. Dicho esto, siempre todo con total control y seguridad. A cierta hora, parece la guerra, muchísima gente. En horario de mañana mucho mejor, aunque nosotros nos pasamos el día entero. Existen otras muchas posibilidades en La Bul, como patinaje sobre hielo, bolos, etc. Información,
horarios, tarifas, etc., disponibles en https://www.vert-marine.info/labul/piscine/.
Algunas fotografías en la red disponibles aquí.
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