Esta entrada es la tercera entrega de la sección “Nuestros Enemigos”. Me acuerdo de ella cuando siento alguna molestia que me trae a la memoria alguna de ellas. En entradas anteriores hemos hablado de Esguinces y Golpes de Calor. En esta se trata otro de nuestros males, las luxaciones.
De forma resumida, una luxación es la salida de su sitio de de uno de los extremos de un hueso de nuestras articulaciones. Por los casos que he visto en descenso de cañones y espeleología, posiblemente la más común sea la de hombro y rodilla, aunque también se pueden producir en el codo, dedos, etc. La luxación puede ser total-completa o parcial. Las luxaciones pueden estar derivadas de esguinces que dejan debilitados los ligamentos. Más información sobre las luxaciones aquí.
La luxación no es agradable, está asociada a un considerable dolor, movilidad articular reducida, etc. La forma de proceder ante una luxación supone inmovilizar la articulación luxada sin manipular ni modificar su posición, y acudir a un especialista. Este último punto suele ser uno de nuestros mayores problemas, al menos desde un punto de vista espacio-temporal. Obviamente, si se produce en un descenso o cueva, no tendremos un especialista próximo y, como siempre, habrá que tomar decisiones.
Sobre los casos de luxación total-parcial vividos en nuestra práctica deportiva puedo reseñar dos.
A) El primero de ellos es la luxación que acompaña a nuestro colega Arturo. En el año 2003, haciendo el descenso de la Richiusa, por tierras de la Isla de Córcega, cuatro deportistas disfrutábamos de sus frías aguas. Hacia el final del descenso, cuando en algunas ocasiones se baja un poco la guardia ante el inminente retorno, y con únicamente un resalte por delante, afortunadamente para nosotros, hizo presencia la luxación de hombro de Arturo.
Tras un pequeño rápel, con mucho frío en el cuerpo, se sentía el final del descenso. Carlos y yo en cabecera, Ana y Arturo en cola. Descendemos la dificultad en cuerda y saltamos la siguiente dificultad. Esto llega a su fin. En la cabecera del salto, afortunadamente Ana espera por Arturo, que está entretenido en recuperar la cuerda del último rápel. La baja temperatura del agua hace que busque una posición en una pequeña panza inclinada fuera de agua. Arturo resbala y en el movimiento brusco de brazos para tratar de equilibrar el cuerpo y caer bien al agua, se produce la visita de una vieja amiga, su luxación de hombro.
Ana observa la jugada y, en el rostro de Arturo, adivina que algo no va bien. Sin duda alguna, es muy difícil disimular el dolor. A pesar de todo, Arturo actúa como si fuese lo más común y nos comenta que con cierta frecuencia se le sale el hombro, y que controla un cierto movimiento para volverlo a meter en su sitio. Esto me recuerda a una película del Buce Willis. Bueno, si Arturo lo tiene tan claro, y la terapia tan sencilla, pues adelante. Después de todo tipo de contorsiones, en esta ocasión no sale bien. Además, por lo que he podido observar, hacer todo tipo de maniobras con el hombro para intentar auto-repararlo puede producir una mayor lesión, con desgarros y magulladuras de todo tipo en los ligamentos. Pero bueno, si el accidentado tiene un cierto control y experiencia sobre el tema, y estando metidos en un cañón, puede ser una buena opción. En otros casos, siendo imposible la progresión del deportista, etc., habría que movilizar a un grupo de rescate, con todo lo que ello supone.
Y cómo continúa la historia. Ante la imposibilidad de recuperar el hombro, y con un inminente final del descenso, se decide progresar. Por cierto, antes de la caída de Arturo se había tirado la cuerda, por la total ausencia de dificultad técnica del pequeño salto que nos separaba. Con esto, teníamos a Ana y a Arturo en una poza, unos metros por encima de nosotros, con Arturo “disfrutando” de una dolorosa luxación, y sin posibilidad de auto-reparación. Como es lógico, hacer un salto, por pocos metros que tenga, con una luxación, no es alternativa. La enorme habilidad de Carlos con la cuerda, a modo de vaquero de rodeos, hace que no sea difícil hacerles llegar una cuerda. ¿Qué hemos aprendido de esto?. Siempre una cuerda en retaguardia, aunque únicamente nos quede un salto chorra para finalizar el descenso.
¿Subimos para equipar y montar una pequeña tirolina y descender a Arturo?. Con la cuerda en cabecera, sin instalación alguna para cuerda, sin naturales aparentes, y Arturo con una cara muy pálida, Ana decide empotrar un nudo entre unos bloques del fondo de la poza de cabecera. Arturo, con toda su capacidad de sufrimiento decide que no vale la pena perder mucho tiempo, y opta por descender en cuerda utilizando el único brazo servible que le queda. Apoyado contra la pared con el brazo bueno, desciende los pocos metros de la dificultad lentamente. El dolor se aprecia en su cara en casi todos sus movimientos. Antes de iniciar la maniobra se ha inmovilizado el brazo todo lo posible para que haga el mínimo de movimiento. En la base se asegura la cuerda por si hay algún problema. Finalmente, con Arturo en la base de la pequeña dificultad, Ana tira la cuerda y salta. Pregunta, ¿y si en ese justo momento, antes del salto de Ana, ella también hubiese sufrido una luxación, o cualquier otra lesión?. Las cuerdas son nuestras autopistas, y siempre debemos dejar una en retaguardia. Y con este caso queda claro que debe ser siempre.
El resto del descenso-retorno discurre sin gran problema. Incluso, ante el inminente final, apreciamos alguna leve sonrisa en la cara de Arturo, y alguna pequeña coña por lo acontecido. El resto es lo típico de estos casos. Visita al hospital, especialistas, inmovilización total del miembro y, para Arturo, perderse toda la semana de cañones en Córcega, dado que era el primer descenso que hacíamos. De todas formas, tuvo la suficiente fuerza para acompañarnos en varios tramos de las aproximaciones a los descensos que hicimos durante esa semana. En la siguiente fotografía Arturo haciendo un auto-porteo de su brazo luxado. Se aprecia una leve sonrisa en su cara al ver a lo lejos el coche.
B) El segundo y último caso es otro bien conocido, es mi querida e inseparable luxación parcial de hombro. Hace muchos, muchos años, cuando era joven y practicaba un deporte de los llamados de velocidad, el esquí, tuve una fuerte caída. En aquella época Alberto Tomba era nuestro modelo a seguir, y los descensos de esquí una forma de disparar la adrenalina del cuerpo. El resultado de aquella aparatosa caída, un hombro hinchado y dolorido. Incluso en caliente me permití la estupidez de continuar esquiando el resto del día. La juventud y el sentido común en muchas ocasiones no hacen buena pareja. Al final del día aquello no tenía buena pinta y el dolor, aunque soportable, no era nada agradable. Al llegar a casa, lo de siempre, visita al hospital, médicos y más médicos, radiografías, etc. Tratamiento, inmovilización total del hombro y a esperar a que repare por su cuenta. La naturaleza es sabia, o no. Aquella lesión pasó y todo se olvidó.
Cayeron más años encima y, en algunos momentos, las molestias hacían presencia en mi hombro derecho. Pasaron más años y en ciertas situaciones un trallazo me hacía ver las estrellas, incluso proveerme de un considerable mareo. Para pasar el mal trago solía tirarme al suelo un rato a esperar que pasase lo peor. Visite al médico y, en resumen, las lesiones de hombro son muy complejas, y que lo mejor que podía hacer era dejar los deportes. Pasaron más años y, supongo que la medicina evolucionó, y los médicos me plantearon diversas alternativas, incluido un tratamiento con láser, o algo similar, o directamente al quirófano. Bueno, ante lo difuso de las posibilidades, y lo subjetivo de los posibles resultados, decido esperar. Como en casi todo, la medicina no es una ciencia exacta.
Con el tiempo aprendo cuales son los movimientos que pueden hacerme ver las estrellas. Con evitar esos movimientos todo arreglado. ¿Todo arreglado?. No es tan fácil evitar en todo momento esos movimientos, y más cuando practicas una gran variedad de deportes. En especial, la natación a crol, si le meto mucha potencia al brazo, no le suele gustar a mi hombro. Como no me gusta la natación, y únicamente la utilizo para descenso de cañones, a modo rana es más que suficiente. Hace muchos años que no he vuelto a tener problemas nadando, obvio si dejas de nadar. En su época recuerdo algún caso en piscina en el que ante un trallazo tuve que sumergirme y esperar un rato en el fondo a que pasase el dolor inicial. En aquella época no existía el concepto de socorrista de piscina.
También recuerdo alguna situación un poco más delicada, haciendo pequeñas escaladas-trepadas que, por su sencillez, no se utilizaba cuerda, así como trepes y destrepes en cueva. No es bonito en medio de una pared cuando estiras el brazo para agarrar una presa, notar el trallazo en el hombro y, por instinto, retraer el brazo con fuerza. Pero bueno, no me dedico a la escalada, y en las trepadas en cueva y cañones no hay problema siempre que el estiramiento del brazo no sea muy brusco. Con el tiempo el cerebro auto-organiza los movimientos que se hacen para evitar estos problemas.
¿Y siempre es así?. Es muy dependiente de mi situación física. En épocas de mucha actividad deportiva, cuando los músculos están en mejor situación, desaparece todo problema del hombro, y puedo permitirme el lujo de hacer lo que quiera, sin temor de trallazos. En épocas de menor actividad deportiva, el problema reaparece. Por lo tanto, la actividad y forma física es una buena terapia. Desafortunadamente no siempre puedo hacer toda la actividad que me gustaría y debería.
En los últimos años este problema únicamente lo he tenido en algunas prácticas de espeleosocorro, en porteo de camilla, o en algunas maniobras de camilla. En esos casos suelo parar unos cuantos segundos, para pasar ese golpe inicial de dolor, y continuar como si nada. Tal vez debería avisar a los compañeros de equipo, pero no me gusta molestar con algo que puedo auto-controlar. El único problema que encuentro en la actualidad en estos casos que, por cierto, son muy puntuales, es la pérdida de fuerza en ese brazo. Lo sigo utilizando, pero se queda bastante tocado y debilitado. Pero con calma me permite continuar con cualquier actividad, siempre haciendo un mayor uso del otro brazo. Como efecto añadido, después de darme un trallazo, la probabilidad de sufrir otro, por poco que utilice ese brazo, se incrementa considerablemente, pudiendo encontrarme en una actividad con dos o tres trallazos. Afortunadamente, el segundo y tercero de muy baja intensidad de dolor, posiblemente al tener el hombro mucho más insensible del primero. Después de estos casos puntuales, suelo necesitar dos o tres días, en caso de disponer de ellos sin actividad, para recuperar la fuerza en el brazo. Sobra decir que durante esos días le doy unas vacaciones a mi brazo derecho.
Todo espeleólogo tiene su propia pesadilla. No me gustaría verme en una de esas gateras minúsculas, de las que tanto me gustan, con los brazos totalmente inmovilizados y estirados, y sufrir uno de esos trallazos, sin poder llevar el brazo al tronco. Por eso, en toda gatera, en caso de tener que estirar y pasar un brazo, siempre será el izquierdo, tratando de dejar pegado al tronco el derecho.
Tal vez esto contado así pueda parecer una tortura, o que más que de un deportista se esté hablando de un airgamboy o un playmobil. Señalar que estamos hablando de situaciones puntuales de los últimos 30 años, con una periodicidad próxima al año.
¿Qué hemos aprendido de esto?. Es importante reparar bien todas las lesiones. De todas formas, la medicina de hace 30 años es muy diferente a la actual y, con el paso del tiempo, te acostumbras a vivir con tus bugs. En la actualidad, no dejes ninguna lesión para más adelante, toma las medidas que sean necesarias para erradicar todo rastro de lesión, y ponte en manos de los mejores profesionales posibles (traumatólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, terapeutas
ocupacionales, cirujanos, etc., etc.)
Si alguien del mundo sanitario llega a este entrada agradecería cualquier complemento o aportación (sección comentarios) desde el punto de vista de un profesional de la salud, especialmente considerando las condiciones en las que se producen este tipo de lesiones en nuestro deporte. En pocas palabras y como aspecto más relevante, en nuestro caso casi nunca podemos aplicar el “acuda inmediatamente a un servicio médico”.
4 comentarios:
:)
Creo que los que debido a lesiones anteriores tenemos tendencia a sufrir luxaciones y practicamos deportes en lugares poco accesibles debemos intentar conocer la maniobra de recolocación o técnicas para conseguir de nuevo una movilidad articular parcial.
En aquella ocasión no fue posible la recolocación, debido al frío y al ajuste del neopreno que a su vez limitaba la maniobra (cortarlo no parecía buena idea ya que no sabíamos cuanto descenso faltaba).
En mi caso fue una caída en Bici la que causó la primera luxación. Nos hacemos viejos, y vamos acumulando achaques!.
Hola Arturo, sin duda alguna los que "jugamos", por desgracia, con las luxaciones, aprendemos de ellas. La auto-reparación es una buena alternativa.
Es curioso que en los dos casos el origen sean otros deportes diferentes a la espeleo y los cañones.
Hola amigos,
como barranquero puedo entender vuestra postura de querer autorecolocar la articulación, pero como sanitario creo que debeis saber que hay varios tipos de luxaciones y que dependiendo de cual sea hay una serie de maniobras a realizar. En la recolocación puede haber una serie de daños serios en estructuras frágiles (arteria, vena y nervio axilar) de la zona. He visto casos incluso de mala colocación por traumátogos o médicos que supuestamente deben controlar las técnicas y que además tienen pruebas diagnósticas para supervisar que todo va bien. Si ellos fallan.....no será tan fácil.
Mi consejo: una luxación es una lesión recuperable a muy alto porcentaje. Lo que hay que hacer es una buena rehabilitación. En ella, hay que ganar la máxima movilidad articular y una vez esto esté conseguido, potenciar toda la musculatura del hombro. Con ello, no hay problemas de ningún tipo y el hombro estará al 100%.
El dolor que podais tener también debeis achacarlo a una tendinosis (por ej del supraespinoso) como frecuentemente ocurre tras una traumatismo bien sea golpe, caida o lo que sea.
Espero os sea de ayuda. Un abrazo
Gracias Isma por la información. Siempre es bueno tener sanitarios cerca. Lo que apuntas es algo que hemos aprendido con los años y por prueba-error. En épocas en las que estamos muy en forma, los problemas desaparecen, o es muy difícil hagan presencia.
Lo que apuntas si debemos tenerlo en consideración. Sin duda alguna, estas maniobras mal realizadas pueden provocarnos lesiones mucho más graves.
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